Se trata de una tarea difícil comunicarle a un menor de edad que una persona a la que quiere está enferma o ha fallecido (UNICEF, 2020). La situación se vuelve aún más compleja durante la emergencia sanitaria por el COVID - 19, la cual ha alterado la vida de todas las personas y ha supuesto el reto de adaptarse a nuevas formas de convivencia. Según UNICEF (2020), al comunicar estos hechos de forma adecuada, se puede ofrecer apoyo al menor para que afronte mejor las situaciones de ansiedad, pérdida y dolor que pueda experimentar.
Estrategias para Hablar con Niños sobre la Muerte
La comunicación de la muerte al menor de edad debe realizarse lo más pronto posible y por medio de alguien en quien confíe y sienta cercanía, preferiblemente sus padres (Cid Egea, 2011). Se debe encontrar un momento de intimidad para comunicarle al niño sobre el fallecimiento de un ser querido (Díaz, 2013). De esta manera, se le otorga el protagonismo que necesita y se le permite hacer preguntas, expresar sus dudas y manifestar los temores que tenga sobre el tema. De acuerdo con Díaz (2013), esto puede ser difícil de lograr, debido a la complejidad emocional que implica la pérdida, pero es necesario para que el menor se sienta parte del proceso.
El mensaje que se le transmita debe ser claro y comprensible, sin usar metáforas que puedan confundirlo (Carpio, 2013). En el caso de las familias creyentes, puede ser útil decir que el fallecido "está en el cielo con Dios", ya que esto les proporciona una referencia que coincide con su fe religiosa y que les ayuda a aceptar la situación. No obstante, hay que evitar los relatos enrevesados. El niño tiene que entender que no va a volver a ver a este familiar, porque si no se le explica bien, la idea de "el abuelo está en el cielo" o "está en una estrella" puede hacer que crea que el abuelo es astronauta o que va a volver. Un niño pequeño solo puede absorber información limitada; las explicaciones tienen que ser breves y sencillas. Las metáforas no son necesarias, salvo que el niño sea demasiado pequeño. En correspondencia con Carpio (2013), si el niño puede entender lo que ha ocurrido, hay que contarle siempre la verdad.
Fomentar la Expresión Emocional
Se debe informar al niño sobre el fallecimiento de un ser querido tan pronto como sea posible y mantener la calma, aunque sin reprimir las emociones (Díaz, 2013). Al evitar hablar de la muerte, se le transmite un mensaje erróneo: "es algo malo y es mejor no mencionarlo si mamá y papá no lo hacen"; o "haré que mamá y papá se entristezcan más si hablo de esto" (Carpio, 2013). Por eso, no se puede aislar al niño de las emociones de los adultos, pues él percibe el llanto, la tristeza, el silencio, la falta de salidas y el distanciamiento de las amistades. El niño es consciente de lo que ha sucedido y debe aprender a manejar esas emociones (Carpio, 2013). En estas situaciones, es normal emocionarse y es positivo que los niños sepan que las emociones son válidas y que se pueden expresar (Díaz, 2013). Sin embargo, según Díaz (2013), hay una excepción: si la persona encargada de comunicar la muerte tiene una emoción desproporcionada, es conveniente que se elija a una persona más neutra del entorno para explicarle.
Educar en la Expresión Emocional
Los niños requieren aprender a expresar sus emociones, incluyendo el dolor por la pérdida de un ser querido (Cid Egea, 2011). Para ello, observan cómo los adultos manifiestan su pena y tristeza. Si los adultos lloran, los niños aprenden que llorar no es malo y que la tristeza se puede expresar mediante el llanto. Si los adultos niegan sus sentimientos, no permiten que sus hijos vean su dolor o fingen estar bien, los niños interpretan que esa es la forma correcta de actuar. Esto les priva del permiso para sentir tristeza o llorar, impidiendo que el dolor se exprese de forma sana y reparadora. Mostrar los sentimientos a los niños les proporciona herramientas para afrontar su propio dolor. En correspondencia con Cid Egea (2011), llorar o sentir tristeza no implica desprotegerlos o mostrarse débil, sino todo lo contrario: se convierte en un modelo de expresión de emociones que ellos aún no conocen.
Si la emoción del adulto es muy intensa o abrumadora, puede recurrir a la ayuda de otro adulto para que acompañe a los niños o para contener sus propias emociones (Cid Egea, 2011). Esto permitirá que, al estar con sus hijos, las emociones no sean tan impactantes para ellos. Conforme con Cid Egea (2011), no se trata de ocultar la tristeza o el llanto, sino de expresarlos con calma para que los niños no se asusten y puedan llorar y apenarse cuando lo necesiten.
Observar su comportamiento también es fundamental, puesto que puede mostrar señales como desinterés por jugar, no querer estar con amigos, buscar más contacto físico y cercanía con la familia (Díaz, 2013). Estos cambios en el comportamiento pueden indicar que el niño está pasando por un momento difícil, tanto antes como después del fallecimiento del ser querido. En lugar de intentar distraer a los niños, es fundamental enseñarles a gestionar y vivir la tristeza. Esto se debe a que un niño también necesita llorar una pérdida y requiere apoyo, comprensión y cariño. Es importante enseñarles a manifestar sus emociones de acuerdo a su edad, ya sea a través del llanto, el dibujo o verbalizaciones como "echo de menos a mamá" o "echo de menos al abuelo". Según Díaz (2013), se les debe explicar que la tristeza que sienten es normal, para que las niñas y los niños más pequeños aprendan a identificar sus emociones.
Abordar las Inquietudes
Una de las principales dudas que se plantean en esta situación es si se le debe o no comunicar la verdad al menor (Cid Egea, 2011). La respuesta es clara: tanto los niños como los adolescentes tienen derecho a conocer la verdad, pero esta verdad debe adaptarse a la capacidad cognitiva y emocional que el menor tenga para comprenderla e integrarla (Cid Egea, 2011). Es frecuente que el menor muestre curiosidad por los detalles relacionados con la muerte, por lo que es crucial responder con sinceridad y naturalidad (Díaz, 2013). Si no se sabe la respuesta, se puede admitir que se desconoce. No es necesario proporcionar toda la información de una sola vez, sino que se puede hacer de forma gradual (Díaz, 2013). Se debe explicar la muerte en términos reales, haciendo énfasis en su carácter irreversible, definitivo y de cese de las funciones vitales (Cid Egea, 2011). Para los más pequeños, Cid Egea (2011) resalta que puede resultar útil ilustrar estos conceptos con ejemplos de la muerte de algún animal que hayan presenciado.
La primera verdad que debe conocer un menor es que la persona ha fallecido y que no volverá a verla nunca más (Cid Egea, 2011). No hay que temer el uso de las palabras "muerto" o "murió", ya que son el punto de partida necesario para lograr una buena comprensión de lo sucedido. Asimismo, es importante que se le informe de lo que le ocurre al cuerpo cuando alguien muere, ya que esto es lo que explica el fin de la vida: el cuerpo se detiene y desaparece. En la explicación sobre la muerte del ser querido también se pueden incluir las creencias que se tengan sobre lo que le sucede a la persona que muere, es decir, las creencias religiosas o espirituales, pero no se debe limitar la explicación a este aspecto. Los menores necesitan conocer la parte física de lo que le sucede a la persona que fallece: se debe decir que la persona ha muerto y que su cuerpo ya no piensa, ni siente, ni ve. Según Cid Egea (2011), también se le debe explicar que su cuerpo ha sido colocado en un ataúd y enterrado o incinerado.
Posteriormente, se le puede explicar, de acuerdo con las creencias religiosas o espirituales que se tengan en la familia, que se piensa que la persona tiene una parte especial que no se ve ni se toca, llamada alma o espíritu, y que esta parte va a un lugar llamado cielo, al que no se puede ir, ni tocar, ni ver, y que es en el recuerdo donde se puede seguir estando con esa persona (Cid Egea, 2011). Sin embargo, si el niño no ha sido iniciado en la religión, no es conveniente hacerlo en el momento de la muerte de un familiar, porque podría confundirlo. Asimismo, conforme con Cid Egea (2011), se debe evitar usar expresiones como "Dios quiso que mamá fuese con Él" o "Dios se ha llevado al abuelito", porque podrían generarle miedo.
Los niños de todas las edades pueden hacer preguntas sobre el porqué de la muerte, como "¿Por qué tuvo que enfermar mamá y morir? ¿Por qué ha tenido papá un accidente? ¿Por qué nos ha pasado a nosotros?" (Cid Egea, 2011). Estas preguntas son difíciles de responder y no hay que sentirse mal si no se tiene la respuesta o si se hacen las mismas preguntas. En correspondencia con Cid Egea (2011), se puede decir a los niños que no se sabe por qué ha sucedido, que hay cosas que no se pueden controlar y que la muerte es una de ellas.
Se debe considerar que, a pesar de ofrecerles una explicación de lo sucedido, el niño puede sentir muchas cosas que necesitan ser aclaradas (Cid Egea, 2011). Es importante asegurarle, siempre que sea posible, que no tiene ninguna responsabilidad en la muerte de su pariente y que no debe culparse, pues muchos niños suelen experimentar este sentimiento ante la pérdida de un familiar cercano, sobre todo los más pequeños, que tienen un pensamiento mágico y egocéntrico hasta los 10 años aproximadamente. Algunos menores pueden creer que influyeron en la muerte de su ser querido, tal vez porque se enfadaron con él, sintieron celos, se portaron mal, etc. Por eso, es importante ayudarles a expresar esta preocupación, puesto que, en ocasiones, puede alterar su personalidad y sumirles en duelos patológicos o complicados. De acuerdo con Cid Egea (2011), el objetivo principal es ayudarlos a entender que la muerte no es provocada por los pensamientos, las emociones o algunas conductas.
Otro aspecto a tener en cuenta es el estado de desprotección e inseguridad que muchos niños sienten cuando muere un pariente (Cid Egea, 2011). Por ello, es crucial brindarles seguridad y protección, especialmente a los más pequeños, para aliviar su temor a que otro familiar pueda morir. Es clave evitar que se active su pensamiento mágico de que la muerte puede "contagiarse" y afectar a otro miembro de la familia. Se trata de asegurarles que todos están bien, sanos y le van a cuidar. Ante la muerte de un familiar, los niños y adolescentes se preguntan a veces con cierta angustia por su futuro. Los niños se inquietan por cómo serán ahora sus vidas y si los cambios que se producirán afectarán a sus actividades, sus juegos, su cumpleaños o sus vacaciones. Según Cid Egea (2011), es importante comprender que lo que les motiva a preguntar por estas cosas es el miedo a que su mundo se derrumbe.
Para que puedan afrontar su pérdida de forma adecuada, es fundamental hablarles y tranquilizarles sobre la continuidad de sus vidas: sus amigos, sus actividades, sus rutinas, sus juegos, sus cumpleaños, etc. seguirán siendo los mismos (Cid Egea, 2011). Así, se les ayuda a sentirse seguros en su mundo y a evitar que su proceso de duelo se complique con sentimientos de incertidumbre e intranquilidad por su futuro y su estabilidad emocional. Además, es importante que los niños, adolescentes y adultos compartan y escuchen que la persona fallecida siempre permanecerá en su corazón, en sus recuerdos y en su memoria, lo que les ayuda a aliviar la angustia de olvidarla o de que desaparezca de su vida emocional. Conforme Cid Egea (2011), recordarla, contar cosas sobre ella, tener objetos o fotos suyas, etc., les permite no confundir la muerte con el olvido o la desaparición total, como si la persona que ha muerto nunca hubiera existido.
Acompañar a los Pequeños en el Adiós
Iniciar a los niños en los ritos que se realizan cuando una persona fallece, es decir: el tanatorio, el entierro y el funeral, es otra forma importante de explicarles la muerte de un familiar (Cid Egea, 2011). La familia debe tomar esta decisión, pero, por regla general, los niños pueden compartir con sus parientes las ceremonias de despedida que se organicen a partir de los seis años. Es recomendable que participen de un modo razonable si son lo bastante mayores como para comprender lo que va a ver y escuchar, durante y después de los oficios religiosos. Acudir al velatorio, entierro o funeral tiene el sentido de que los niños, preadolescentes y adolescentes se sientan incluidos en el sistema familiar y reciban consuelo, cobijo y compañía durante estos momentos difíciles. Apartarles de la familia en estos momentos de unión puede causarles mucho dolor. De conformidad con Cid Egea (2011), ellos necesitan formar parte de lo que sucede y despedirse de la misma forma que todos los demás.
Estos ritos también ayudan a que la despedida se concrete en un tiempo y en un espacio determinado (Cid Egea, 2011). A veces, los niños pueden quedarse con una profunda sensación de vacío por no saber qué ha pasado o dónde está ahora su pariente. Por eso, es importante prepararles con antelación para todo lo que va a suceder. Contarles previamente en qué consiste el entierro o el funeral, lo que sucede allí, así como el sentido del pésame y cada rito de despedida, les ayudará a situarse en la realidad de los hechos y no en la fantasía. También es fundamental que un adulto les acompañe en todo momento, se responsabilice de ellos y responda a todas las preguntas que necesiten resolver. Si el niño no desea acudir a estos rituales, hay que respetar su decisión, sin obligarles ni hacerles sentir culpables. De acuerdo con Cid Egea (2011), siempre se puede dejar la puerta abierta para el momento en que ellos quieran acudir al lugar donde su pariente está enterrado, acompañarles y explicarles lo que necesiten preguntar.
Referencias
Carpio, J. Á. (2013, noviembre 1). Cómo explicar la muerte a los niños: “Siempre hay que decir la verdad”. RTVE.es. https://www.rtve.es/noticias/20131101/como-explicar-muerte-a-ninos-siempre-hay-decir-verdad/780285.shtml
Cid Egea, L. (2011). Explícame qué ha Pasado. Fundación Mario Losantos del Campo. https://www.psie.cop.es/uploads/GuiaDueloFMLC[1].pdfDíaz, P. (2013, enero 24). Cómo Explicar la Muerte a los Niños. Fundación Mario Losantos del Campo. https://www.fundacionmlc.org/como-explicar-la-muerte-a-los-ninos/
UNICEF. (2020). ¿Cómo Contarle una Mala Noticia a un Niño? UNICEF. https://www.unicef.org/ecuador/historias/¿cómo-contarle-una-mala-noticia-un-niño
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