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Foto del escritorJuliana Eljach

El Duelo Infantil Tras el Divorcio

Cuando las parejas deciden separarse o divorciarse, se enfrentan a un proceso de duelo que, en la mayoría de los casos, genera un profundo dolor emocional y puede provocar molestias tanto físicas como psicológicas (Esquivel, 2016). Este proceso no es uniforme, ya que algunos divorcios se llevan a cabo con mayor calma, comprensión y facilidad que otros. En correspondencia con Esquivel (2016), la naturaleza de la relación mantenida, los años de convivencia y los recursos emocionales y sociales disponibles son factores determinantes en esta experiencia.



Impacto del Divorcio en Niños de Diferentes Edades

Menores de dos Años

Cuando ocurre un divorcio mientras el hijo o hija es aún un bebé, este no posee la capacidad intelectual necesaria para comprender la situación que se está desarrollando (Castillero Mimenza, 2017). No obstante, los cambios en las rutinas diarias y el estado emocional de los progenitores pueden ser percibidos por el menor, lo que puede manifestarse en forma de miedo, tristeza, agresividad y llanto. Es crucial que, a esta edad, el niño no asocie la separación con un abandono por parte de alguno de sus padres. Por lo tanto, es fundamental que ambos progenitores mantengan un acceso frecuente y constante al menor. Además, conforme con Castillero Mimenza (2017), se puede ofrecer una explicación sobre la situación utilizando un lenguaje simple y adecuado a su nivel de comprensión.

Entre dos y Tres Años

En esta etapa, se produce la adquisición del habla y la psicomotricidad, así como la consecución de diversos hitos en el desarrollo de habilidades cognitivas (Castillero Mimenza, 2017). Es común que, debido al estrés generado por el divorcio, se presenten retrocesos en las habilidades previamente adquiridas, manifestándose en comportamientos como enuresis, encopresis o pesadillas. Además, comienzan a tomar conciencia de sus emociones, aunque aún no cuentan con las herramientas para expresarlas adecuadamente. En muchas ocasiones, pueden sentirse abandonados o incluso fantasear con la posibilidad de que la pareja regrese. Por lo tanto, es crucial ofrecerles apoyo para que puedan expresar sus emociones, motivándolos y ayudándoles a comprender que ambos progenitores los aprecian. Es importante, según Castillero Mimenza (2017), mantener una rutina y conservar los límites habituales en el comportamiento, lo cual contribuye a brindarles un sentido de seguridad y continuidad.

Entre Tres y Siete Años

Entre los tres y siete años, a medida que los niños crecen, también se desarrollan sus habilidades cognitivas (Castillero Mimenza, 2017). Durante esta etapa, es crucial considerar que su percepción del mundo se basa en una visión egocéntrica, en la que predomina el pensamiento mágico. Esto implica que los niños pueden interpretar la ruptura de una relación como un evento que les afecta directamente, llevándolos a sentir que la separación es, de alguna manera, culpa suya. Además, es común que experimenten el temor a dejar de ser queridos, lo que puede resultar en comportamientos de obediencia extrema o en la negación de la ruptura de pareja. Por esta razón, de conformidad con Castillero Mimenza (2017), es crucial que el divorcio sea comunicado de manera clara y comprensible para ellos, asegurando que entiendan que son amados y que no serán abandonados, así como que no tienen ninguna responsabilidad en la separación.

Entre los Siete y Doce Años

En esta etapa, los menores han desarrollado la capacidad de reconocer que existen diversas perspectivas y emociones más allá de las propias, lo que les permite comprender que sus padres pueden estar atravesando momentos de sufrimiento (Castillero Mimenza, 2017). Esta comprensión puede llevar a que los niños no compartan sus pensamientos y sentimientos sobre la situación familiar. Como resultado, se pueden observar disminuciones en su rendimiento escolar, así como la manifestación de problemas de comportamiento, tales como peleas con otros compañeros. Durante esta etapa, es crucial que los menores comprendan la situación en la que se encuentran. Por lo tanto, es importante darles explicaciones claras sobre la dinámica familiar y los cambios que se avecinan. No obstante, es posible que aún albergue fantasías sobre una posible reconciliación entre sus padres. En este contexto, según Castillero Mimenza (2017), es necesario guiarlos para que comprendan que dicha reconciliación no se producirá.

La Adolescencia Durante el Divorcio

A medida que los adolescentes avanzan en esta etapa de su vida, comienzan a construir gradualmente su identidad y a desarrollar una comprensión más profunda de las situaciones que los rodean (Castillero Mimenza, 2017). En el contexto de un divorcio mal gestionado, es común que los jóvenes asignen culpas a uno de los padres, lo que puede llevar a una rebeldía que supera lo habitual en esta fase. Además, pueden involucrarse en conductas de riesgo o adoptar roles como confidentes para proteger a sus progenitores. Por lo tanto, es fundamental que en esta etapa se comunique la situación de manera clara y se incluya al menor en ciertos aspectos, como la custodia, evitando asignarle responsabilidades que no le corresponden. Asimismo, en correspondencia con Castillero Mimenza (2017), es importante supervisar las conductas de riesgo que puedan surgir durante este proceso.



Roles de los Hijos en el Divorcio

En el contexto del divorcio, se pueden identificar varios roles que los hijos asumen en relación con sus padres. En primer lugar, el hijo niño, que a menudo busca obtener de uno de los padres lo que no puede conseguir del otro, lo que genera una manipulación involuntaria en la relación (Ayala, 2017). Por otro lado, el hijo adulto se encuentra en una situación en la que los padres le exigen una madurez que no es propia de su edad, creando una carga emocional que puede resultar perjudicial para su desarrollo. Asimismo, existe el hijo mensajero, quien es utilizado por los padres como un canal de comunicación; esta es la única forma en que los padres logran comunicarse, lo que puede provocar un sentimiento de responsabilidad innecesario en el niño. Además, conforme con Ayala (2017), el hijo terapeuta se siente obligado a ayudar a sus padres a superar la separación, asumiendo un papel de redentor que transforma su rol natural en una especie de terapeuta para los adultos.

Otro rol que puede aparecer es el hijo estorbo, quien se siente desplazado cuando uno de los padres se vuelve a casar y tiene un nuevo hijo; en este caso, el niño es ignorado, lo que afecta su autoestima y su sentido de pertenencia (Ayala, 2017). El hijo vengador representa una de las categorías más graves, ya que el niño toma partido en los conflictos entre sus padres, aunque nadie le haya solicitado que lo haga, lo que puede obstaculizar su desarrollo emocional. El hijo dividido es otro ejemplo común, en el que el niño alterna entre su padre y su madre, adaptándose a reglas contradictorias y siendo aconsejado sobre qué decir cuando se encuentra con el otro progenitor, lo que genera confusión y ansiedad en su desarrollo. Finalmente, según Ayala (2017), el hijo objeto es aquel que se encuentra atrapado en las expectativas de sus padres, adornado con todas las virtudes que estos desean ver en él, lo que lo lleva a involucrarse en las preocupaciones de los adultos y desarrollar una personalidad que busca el poder, a expensas de su propia identidad.



Cómo Apoyar a los Niños Después del Divorcio

El tipo de pensamiento que un niño adopta, ya sea positivo o catastrófico, puede desempeñar un papel trascendental en su capacidad para enfrentar las dificultades tras un divorcio (Salek & Ginsburg, 2020). Los padres poseen una influencia significativa al ayudar a los niños a evaluar las situaciones de manera realista, evitando así la adopción de patrones de pensamiento catastrófico que tienden a suponer lo peor. Además, se ha demostrado que los niños exhiben mayor resiliencia y experimentan menos estrés en contextos donde hay un menor conflicto entre sus padres, así como cuando el divorcio los aleja de hogares marcados por la confrontación. Por consiguiente, de conformidad con Salek & Ginsburg (2020), es esencial que se proteja al niño de las disputas familiares en la medida de lo posible.

Asimismo, los niños se benefician cuando ambos padres participan de manera activa y positiva en sus vidas, siempre que estos sean capaces de cuidar y proteger a sus hijos (Salek & Ginsburg, 2020). En particular, mantener una buena y solidaria relación con el padre no residente se traduce en beneficios para el niño. Ambos padres deben escuchar atentamente las preocupaciones de sus hijos, ofrecer apoyo emocional, asistirles en sus tareas diarias y mantener reglas y expectativas claras respecto al comportamiento. Según Salek & Ginsburg (2020), los niños que crecen en un entorno lleno de afecto y límites establecidos prosperan, por lo que un enfoque estable y consistente en la crianza durante el proceso de divorcio es fundamental para su bienestar.

Los niños tienden a adaptarse mejor cuando sus padres colaboran, se comunican con frecuencia y establecen normas coherentes en ambos hogares (Salek & Ginsburg, 2020). La disciplina consistente de los padres es particularmente importante, ya que establece límites claros que no varían significativamente entre los dos entornos familiares. Además, es importante que los padres se apoyen mutuamente en lugar de socavar la autoridad del otro. En momentos de cambio, es trascendental que los niños mantengan tantas rutinas como les sea posible. Finalmente, aquellos niños que desarrollan la habilidad de buscar y recibir apoyo de otras personas se adaptan mejor a los cambios derivados del divorcio. Por lo tanto, se debe alentar a los niños a hablar con sus padres, amigos o adultos de confianza sobre sus experiencias, y se les debe guiar en la búsqueda de apoyo. Conforme con Salek & Ginsburg (2020), es crucial demostrarles que solicitar ayuda a los demás es un acto de valentía.



Superando la Culpa del Divorcio

Los padres a menudo experimentan sentimientos de culpa relacionados con el divorcio, ya que perciben el fracaso de su relación y se preocupan por el impacto que esta situación puede tener en sus hijos (Salek & Ginsburg, 2020). Aunque es preferible que las familias permanezcan unidas, la presencia de hostilidad en el hogar puede resultar perjudicial tanto para los padres como para los niños. En consecuencia, de conformidad con Salek & Ginsburg (2020), si los padres logran ser más felices al estar separados, es probable que dediquen más tiempo de calidad a ellos mismos y a sus hijos, lo que les permitirá evitar la energía negativa que genera la confrontación constante entre ambos.



Referencias

  1. Ayala, S. (2017, junio 7). El Duelo del Niño Ante la Separación con los Padres. Asociación Mexicana de Psicoterapia y Educación. https://www.psicoedu.org/el-nino-ante-la-separacion/?v=ab6c04006660

  2. Castillero Mimenza, O. (2017, julio 23). ¿Cómo Afecta el Divorcio a los Niños Según su Edad? Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/social/como-afecta-divorcio-ninos

  3. Esquivel, M. (2016, julio 24). El Divorcio de los Padres, ¿Cómo Afecta a los Hijos? Psicologia y Mente. https://psicologiaymente.com/psicologia/divorcio-padres-afecta-hijos

  4. Salek, E. C., & Ginsbur, y. K. R. (2020). Cómo Apoyar a los Niños Después de que sus Padres se Separan o Divorcian. American Academy of Pediatrics. https://www.healthychildren.org/Spanish/healthy-living/emotional-wellness/Building-Resilience/Paginas/How-to-Support-Children-after-Parents-Separate-or-Divorce.aspx

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